El 29 de abril gran parte del mundo estará pendiente de la Boda Real Británica que enlazará a Guillermo de Inglaterra y Kate Middleton. No será una Boda Real de Estado (porque Guillermo de Inglaterra es segundo en la línea al trono), pero por poco. El enlace de Guillermo será un acontecimiento de semiestado con todo el protocolo y la tradición típicamente inglesa. La pareja que quiere compartir con todos el día más importante de su vida, así que será una celebración para la nación y el Reino. Leer más sobre Casa Real Británica
Fuentes provenientes de los asistentes reales aseguran que los jóvenes quieren celebrar una gran fiesta con pantallas de televisión gigantes en puntos clave de la ciudad para que los ciudadanos puedan ser testigos del enlace. Además cabe la posibilidad de que inviten a cien ciudadanos al azar a su boda, ya que quieren que la nación se implique en esta celebración nupcial.
Kate Middleton será la primera plebeya en convertirse en reina de Inglaterra, algo que ya sucedió en España con la princesa Letizia Ortiz. Leer sobre Casa Real Española
Guillermo de Inglaterra y Kate Middleton |
Pero no parece ser un obstáculo, pues la propia Reina Isabel bendijo la unión con su nieto. En un informe elaborado por la profesora de la Facultad de Derecho, Rebecca Probert, la Ley de Matrimonios Reales (1772), establece que ningún matrimonio de un miembro de la familia real tras el reinado de Jorge II es válido sin el consentimiento del monarca (en este caso de la Reina Isabel II).
Las leyes que rigen las bodas reales en el Reino Unido, que datan del siglo XVIII, son un anacronismo que pone en peligro futuros enlaces de la familia real británica, según un informe de la Universidad de Warwick (Inglaterra). Las leyes aún en vigor que establecen la norma para los matrimonios reales son The Act of Settlement (1701), que prohíbe a los “royals” casarse con católicos, y la Ley de Naturalización de la Princesa Sofía (1705), que dio la nacionalidad inglesa a la madre del rey Jorge I y a todos sus descendientes aunque no hubieran nacido en este país y no profesaran la fe protestante.
Probert argumenta que la aplicación combinada de estas leyes “es tan ambigua” que en 1957 el Gobierno tuvo dudas sobre la legitimidad del matrimonio de la reina con el duque de Edimburgo, que nació en Grecia, en una familia que profesaba la fe ortodoxa.
Según revelaron años después los Archivos Nacionales, el entonces primer ministro, Harold MacMillan, prefirió dar carpetazo al asunto, evitar que las dudas fueran conocidas y dejar las leyes tal cual. La profesora Probert, una experta en derecho matrimonial, quiere destacar con este trabajo “el caos legal creado durante estos 300 años de leyes matrimoniales reales y el anacronismo que representan si son vistas a la luz de la legislación sobre Derechos Humanos”. Leer más sobre el informe de Probert
Este compromiso tiene, además, muchos elementos que ha posibilitado acercarlo más al pueblo. El más positivo es que Kate es plebeya, algo impensable desde hace unos siglos y aún hoy también en algunos estados. Además, la relación comenzó fuera de las suntuosidades protocolarias del palacio, ayudada de un Guillermo adolescente corriente.
En cuanto a los gastos de la boda, La Reina Isabel y el Príncipe Carlos correrán con la mayor parte de ellos, pero los Middleton también acarrearán con algunos gastos como pueden ser el vestido de la novia, el servicio, las flores, la luna de miel, la música, etc.
Organizadores de bodas profesionales calculan que la tarta nupcial costará en torno a los 60.000 euros, para 2.000 invitados. También conjeturan que el vestido de la novia podría tener un precio que ascendería en torno a los 50.000 euros. Pero sin duda, el importe más costoso será las flores que utilizarán para decorar la abadía de Westminster y el palacio de Buckingham, unos 500.000 euros.
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